Los hijos del sistema, parte uno: La tristeza

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Puede ser una imagen en blanco y negro de 1 persona, sonriendo, joyas y anteojosEn 15 años de trabajo con adolescentes y jóvenes infractores (2007-2022), son_muchas las historias de vida que conocí... Algunas plagadas de abandono y maltrato, otras de esperanza y resiliencia, provocando sentimientos encontrados en la sociedad de lástima y rechazo, hacia unos seres que vinieron al mundo sin pedirlo y que quizás pudieron haber tenido un mejor destino... O quizás no.

Recuerdo aquella vez cuando una señora fue citada, porque su hijo había sido aprehendido por hurto (siendo esa la primera de tantas veces que ingresaría al sistema). Durante la entrevista me contaba que a los cinco años dejó de ir al colegio y por eso no sabía leer ni escribir; como era la primera vez que escuchaba algo similar, le pregunté los motivos por los cuales desertó del sistema educativo y me respondió: “Doctora, es que como él no quería estudiar, no lo mandé más”.

Un niño de cinco años decidiendo sobre su futuro y para ese entonces, un adolescente con un desarrollo cognitivo por debajo del nivel esperado y obviamente, con serios déficits en sus habilidades adaptativas. Todo lo que está mal y ese era sólo el comienzo...

En ese vaivén, pasaban por nuestras manos adolescentes de sexo masculino en su mayoría, que en aquel entonces ingresaban por delitos más leves como hurtos y lesiones personales, en una isla donde aún las tasas de homicidios no habían comenzado a incrementarse.

Algunos, con enfermedades mentales de base que hacía muy difícil atenderlos, como fue el caso de uno en particular, quien, con su mirada perdida y alucinaciones, generaba burlas y temores en sus compañeros, situación que nos llevó a solicitar un dictamen pericial, el cual terminó por confirmar las sospechas iniciales: Esquizofrenia.

De esta forma, en ese amplio espectro de los adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley penal, también encontramos aquellos que despertaban en uno ese instinto maternal y esa necesidad de quizás, darles el cariño y la atención que les hacía falta.

Recuerdo con especial nostalgia a uno, que le gustaba mostrarse rebelde y ‘malo’, un tanto inmaduro para su edad en aquel entonces (17 años) pero que, en el fondo, era tierno y gentil, y llamaba la atención por sus ojos grandes y sonrisa expresiva. Recién recuperaba su libertad y como una cruel muestra de que muchos de ellos no nacieron para semilla, fue asesinado en medio de una riña sin sentido.

Cuando recibí la noticia no lo podía creer y fue cuando tuve ese golpe de realidad, con mis ojos llenos de lágrimas, supe que lo que estábamos haciendo con ellos no era suficiente.

Al día de hoy, nos encontramos ante un Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) que, en mi opinión, requiere ser reformado no sólo desde la parte normativa (Ley 1098 de 2006-Código de la Infancia y la Adolescencia), sino desde la práctica, en la atención directa de esta población y en el rediseño de una política pública, tema que amerita otro artículo.

En la próxima entrega, les hablaré de otra cara de esta moneda: Las adolescentes infractoras, minorías dentro del sistema, pero no por ello, menos importantes.

Psicóloga y Magíster en Intervención Social

Nota aclaratoria: En aras de respetar la confidencialidad de los casos mencionados en el presente artículo, se omite la identidad y otros datos personales de sus protagonistas.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.

 

Última actualización ( Sábado, 27 de Abril de 2024 08:47 )